Entre las características de la actual campaña electoral hay una que gana la partida a las demás, por lo frecuente, pero también porque antes era una práctica aberrante y ahora una acción decorosa: Pasar de un partido a otro, abandonar un candidato y apoyar al contrario.
El llamado Transfuguismo, y del se conocen varias modalidades, pues como fenómeno es universal, pero que en la política dominicana se expresa de manera personal, en grupo o de partido.
Por ejemplo, se tiene el caso de dos diputados del PLD que renunciaron a sus filas y aceptaron candidaturas a senador en el PRM, que es la fuerza opuesta.
Esto es, que del gobierno se fueron a la oposición.
Igual sucede con seguidores de Hipólito Mejía que retornan al PRD , su núcleo originario, alegando diferencias o mal trato de parte de Luis Abinader o su gente.
Además, se cuenta la ocurrencia del PRSC, que después de años de asociación con el PLD, incluso compartir el poder, decidió no renovar votos políticos con el partido morado y aliarse con el PRM. Ahora respalda la candidatura presidencial de Abinader y no la de Danilo Medina.
Las explicaciones de lado y lado no resultaron suficientes en el plano político, pero sí electoralmente. El PRM dio más posiciones electivas que el PLD, y todo porque el PRSC tiene la casilla 3, y se hace más fácil votar en la 3 que en la 15.
Hubo otros movimientos de igual importancia, y sin duda se produjo una recomposición política y electoral, sin que se sepa por el momento cuál de las apuestas será más segura.
Pues cada bando compró billetes de lotería y tiene sus tránsfugas preferidos, e incluso los muestra como trofeos de guerra. Las elecciones dirán si fue bueno o malo el negocio, si acercó o alejó del poder.
Sin embargo, el hecho repetido, y su consiguiente agrado, muestra lo cambiante del ánimo de los políticos dominicanos. Ninguno recuerda la ley que se promovió años atrás para sancionar al tránsfuga, y no solo política y moral, sino material.
Se planteó entonces que en el caso de que fueran senadores o diputados o alcaldes no pudieran quedarse el cargo , que pertenecería al partido y que este decidiría a que miembro otorgar.
Así, como no hubo cura, y el remedio no fue más que intención, el transfuguismo se hizo virtud, y los políticos de todos los partidos tienen – por igual — vocación virtuosa.
0 Comentarios