Hace unos años, cuando asistí a un curso de desarrollo profesional , la expositora, una divertida señora extranjera ya entrada en años, entre los libros que recomendaba como soporte del taller mencionó a “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl .
El titulo captó mi atención inmediatamente. Sentí mucha curiosidad por lo que la obra pudiera exponer. Encontrarle razón a nuestra existencia ha sido un tema que ha estado en la mente de muchas generaciones a lo largo de la historia de la humanidad. Desde el filósofo mas afamado, hasta el hombre más corriente, descifrar nuestra justificación en el mundo ha sido motivo de mucha reflexión . Yo no era la excepción, quería explorar una explicación de esta vida bajo la luz de ese concepto.
Cuando tuve el ejemplar en mis manos y comenzaba a leerlo, esperaba encontrar un texto de ayuda con ejercicios de autoevaluación, introspección y guías prácticas de cómo tener una existencia de significación. Sin embargo, no fue con eso con lo que me topé, sino que descubrí el intenso relato de un psiquiatra atrapado en un campo de concentración Nazi en la segunda guerra mundial. El autor contaba de manera detallada la realidad que vivió, los horrores que presenció y las lecciones de vida que aprendió.
Que un científico de la mente evalúe comportamientos de prisioneros de guerra podría resultar muy interesante, pero que el médico mismo lo viva, y sea a partir de su propia experiencia que reflexione sobre el proceder humano en su condición más básica, es invaluable: ¿Cómo reacciona el espíritu humano cuando es despojado de todo y queda “desnudo” en su estado más esencial? ¿Qué características diferencian a los supervivientes que pudieron lidiar con la tragedia y los que no?
El trabajo de Frankl expone lo que a su juicio mueve nuestro deseo de vivir. Y que su descubrimiento haya ocurrido en condiciones tan extremas, hace más contundente sus conclusiones. Cargado de anécdotas y narrado en primera persona, su experiencia nos hace reflexionar sobre nuestro propio mundo. La psicología del prisionero pone en contexto nuestra propia vida y nos obliga a meditar sobre lo que nos hace feliz: «…Agradecíamos el más insignificante de los alivios. Nos conformábamos con tener tiempo para despiojarnos antes de ir a la cama, aunque en sí mismo eso no supusiera ningún placer, pues implicaba estar desnudos en un barrancón con carámbanos colgando del techo…».
“El hombre en busca de sentido” influenció de manera definitiva el pensamiento del siglo XX. En su análisis existencial plantea que buscar el sentido de la vida es la principal fuerza motivacional de los seres humanos y llama la atención a lo contradictorio de nuestra vida moderna que aun llena de comodidades y beneficios crea individuos sin norte y que desarrollan vacíos existenciales. Según Frankl: «…El vacío existencial es la neurosis colectiva más frecuente en nuestro tiempo. Se describe como una forma privada y personal de nihilismo, y el nihilismo se define por la radical afirmación de la carencia de sentido del hombre…”.
Posiblemente el mensaje mas contundente de la experiencia del autor sea que las circunstancias no definen al individuo, sino que cada individuo se define a sí mismo en sus circunstancias. Que nuestra libertad es al mismo tiempo responsabilidad de vivir nuestra vida con sus altas y sus bajas.
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